No tengo palabras para vosotras, porque ustedes, en vuestra inigualable y única esencia. Me dejáis sin ellas.
Compañeras de aventuras y locuras, de adolescencia y de vida.
Y en un futuro quién sabe. Pero hoy ustedes, siempre.
Que paren los relojes y nos suban el volumen de la música, que hemos llegado. Otra vez. Y así sucesivamente. Sin parar.
Y después que nos paren la música, nos enciendan los relojes y aún sigamos ahí, con la sonrisa despeinada y caminando en contra de los vientos.
A los mayores pilares de mis días.
No me faltéis.
Os quiero.
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