Pero he llegado a maravillosas conclusiones y ahora;
Ahora sé que odio las despedidas, con beso o sin él.
Que no hay nada mejor que sentir que eres tú, que no estás sola y que te quieren así, aun siendo uno de los mayores desastres.
Que he aprendido a soñar despierta.
Que quienes te dan la alegría, son los que merecen la pena.
Y que la vida es un regalo que hay que abrir con ansia y con la única pausa válida de saborear lo que siempre quedará marcado en tu paladar.
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