miércoles, 27 de julio de 2016

PERDERME.

Le he cogido el gustillo a eso de perderme en tu sonrisa y encontrarme en tus manos.
A darme cuenta que no hay nada mejor que quedarme a vivir en tus labios.
Y quererte, quererte sin palabras, para no hablar mientras te quiero y así, que nada me interrumpa.
No sé qué somos realmente.
Pero por pedir, ojalá seamos la ecuación más difícil de resolver y te quedes conmigo hasta que encontremos la mejor solución.


DESCONTROL.


Descontrolando mis sentidos por milésimas de segundo.
Rozando mis lunares.
Tan adentro que no te encuentro.
Curando mis heridas con tus dedos.
Haciéndome segregar sentimiento.
Descontrolando mis aumentos.
Mordiendo mis ansias de más.
Y sigues corriendo tras de mí hasta rebosar.
Como prófugos incansables.
Hasta ver mi cuerpo temblar.
Y al punto máximo de libido llegar.
Y terminar.
E imaginarte.
Y empezar.
Y probar.
Sin poder descansar.
Tu solo dame y no dejes de pedirme más.




TUS MISMÍSIMOS.


Las que hacemos lo que nos da la gana sin importarnos absolutamente nada más que nosotras mismas deberíamos de sentirnos orgullosas por ser las nietas de las brujas que hace tiempo no pudieron quemar.
Que no te cierren la mente.
Abre tu mente, tu botella, tu boca y tus piernas cuando te salga de los mismísimos adentros.




VIVIR VIVIENDO.

Tan fácil cómo dormir tranquilo porque al fin y al cabo, todo te importa una mierda.
Cómo aprender a vivir viviendo, con la tranquilidad del saber que vives.
Haciendo lo que te dé la gana, encontrando la felicidad en tu propia libertad. Y siendo siempre consciente de que tu vida valga la alegría y no la pena.


jueves, 7 de julio de 2016

HOY TÚ.

Y al final, como de costumbre, acabo hablándole al teclado de ti.
La más inesperada alegría que un día llegó a mi catastrófica vida.
No sé mañana, pero hoy tú, siempre.
No sé si siempre, pero hoy sí, y mañana.
Y que te quedes a vernos crecer a carcajadas.
Y que me eleves, como siempre, cada vez que de mi saliva bebes.
Que no sé si te quiero, o sí.
Pero no te vayas hasta que sea capaz de admitirlo.
Y que fluya. Como ahora. Así, sin peros, sin fechas y sin vergüenza.



PERDIDA.

Perdida hasta lo más profundo de mí ser, hoy vuelvo a ver mi teclado y a oír a Ludovico.
Me conozco, pero ya no me entiendo.
Ya apenas me salen las palabras entre tanta lagrima.
Y la única esperanza que me queda es que, como una grandísima persona me enseñó:
“En el no entenderse, comienza lo más maravilloso de conocerse.”