Como de
costumbre, tengo a Ludovico en mis oídos.
Momento
justo para escribir.
No, no para escribirte.
Para escribir.
Me he
deshecho de ti.
Tú has
hecho que me deshaga de ti.
No
dijiste nada más que nada, y te fuiste.
Una
carga en mí se fue, tú.
Esta es
la última carta que escribo en tu nombre; otra de las muchas que probablemente
nunca leas.
Mi
última carta que no llegará a ninguna parte; como nosotros.
Y soy
feliz.
Sin ti.
Porque
sí.
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