viernes, 29 de abril de 2016

NO SÉ.


Perdida y sin rumbo.

Las situaciones parecen empezar a consumirme.

No sé a dónde voy, ni a donde llegaré.

Pero si sé a quién me llevaré.

jueves, 28 de abril de 2016

VIVA LA VIDA.


Hoy.

Con Coldplay en mis oídos y un mar en mis ojos.

Vuelvo a escribir y aún sigo siendo yo; el mismo desorden mental de siempre.

Sigo consumiéndome entre mis propios pensamientos, haciéndome  grande con este caos en mi interior.

Dándome cuenta de cuan valiosa es la vida, como para no vivirla a tu manera.

Diferente.

Interesante.

Libre.

Y sola.

Siempre sola.

Porque al fin y al cabo eres tú, así.

Qué bonito tu propio camino cuando vas descalzo y aprendes a andarlo por encima de todas las espinas, sin pensar demasiado y riéndote hasta que duela.

Una importante persona me enseñó que en la vida, absolutamente todo está hecho para disfrutarlo en pequeñas dosis.

Y es, inmensamente cierto.

Como que la felicidad es solo un estado de ánimo que se compone de momentos, momentos que creas tú, contigo y por ti.

Amo la libertad y con ella de la mano; la soledad.

Corre, salta, baila, ríe, llora y siempre, haz lo que te dé la gana.

Y por supuestísimo, componte de momentos que te lleven al maravilloso estado de ánimo de la felicidad.

Y al finalizar, un brindis, acompañado de una buena sonrisa;  por los obstáculos mandados al carajo, por todo lo vivido, lo vivible, lo que pudo ser y lo que no fue.

Y que viva.

Viva la vida.

SIN TI.


Como de costumbre, tengo a Ludovico en mis oídos.

Momento justo para escribir.

 No, no para escribirte.

 Para escribir.

Me he deshecho de ti.

Tú has hecho que me deshaga de ti.

No dijiste nada más que nada, y te fuiste.

Una carga en mí  se fue, tú.

Esta es la última carta que escribo en tu nombre; otra de las muchas que probablemente nunca leas.

Mi última carta que no llegará a ninguna parte; como nosotros.

Y soy feliz.

Sin ti.

Porque sí.

QUE BONITO.


Qué bonita la libertad.

 De la que llena y vacía al mismo tiempo.

Que difícil la soledad.

Pero qué bonito el perderse.

Y qué maravilla el encontrarse.

Perdido perdiendo pedazos.

Ganando.

Pedazos de alma que jamás podrán ser unidos de nuevo.

Y en cada pedazo una experiencia  más.

Qué bonito el saber.

Pero que magnifico el aprender.

Que duras las promesas.

Grandioso el prometer.

Que duro ser marioneta.

Y qué bonita  la rareza, de la diferencia.

ERES.


He puesto a Ludovico en mis oídos. Me he recogido el pelo y he pensado en ti. Momento perfecto para escribir(te). 

Eres el precipicio más alto por el que asomo mi corazón millones de veces, tapándome los ojos para que mi pánico al dolor no me absorba.

 Me gusta sentarme en tus clavículas y ahí sentada, mirar hacia abajo.

Observo mis inmensas ganas de tirarme por el precipicio de tus curvas.

 Ganas que asustan.

 Miedo.

 Vértigo de ti.

Eres mis ganas y mis desganas.

 Eres los va y vienes más desastrosos de mi vida.

 Eres un desastre.

Eres inmadurez.

 Eres el no saber qué quieres, de mis no sé qué quiero.

Eres mis ‘te echo de menos’.

Eres mi ‘te quiero’ más mudo. 

Eres quien se va sin decirme adiós y quien vuelve sin un mero saludo.

Eres por quien tiro la toalla y la recojo cuando vuelves.

Eres mis rotos y mis descosidos.

Eres contradicción.

Eres adicción.

Eres herida y alcohol.

Eres mi estúpida manía de parar mi vida por si llegas tarde.

Eres y no dejas de ser, aunque no estés.

Eres marca, y marcas.

Eres la boca del lobo de la que nunca aceptaré querer no salir.

Eres.


SOPLOS.


En principio; Soy otra persona más que está en esa preciosa catástrofe de adolescencia. Yo y mis problemas en medio de esta estúpida y bonita etapa de la vida.
Esa etapa en la que los adultos no nos comprenden, nuestros amigos son hermanos y la música es de lo poco existente que es capaz de entendernos.
Esa etapa en la que descubres que ser adolescente no sólo significa tener pocos años, sino sentir demasiado, sentir tanto que crees que vas a explotar.
Esa etapa en la que ocultamos las lagrimas para que todos vean nuestras cínicas sonrisas expuestas a ellos. Para que nadie note nada, para no parecer diferente y sentirte integrado en esta cruel sociedad.
Pero no, porque después de las risas y las sonrisas falsas llegan los silencios; el silencio de tu habitación con el simple sonido de una lagrima de fondo, el sonido de un clamor al tiempo o quizás al destino. Porque nada es fácil para nosotros, ya que somos demasiado niños para ser adultos y demasiado adultos para ser niños.
Pero, no todo es malo aquí, en esta etapa aprendemos a sacarle el jugo a los pequeños soplos de aire de felicidad que nos ofrece la vida; y es ahí donde corremos, donde saltamos, bailamos, gritamos, reímos y nos sentimos realmente vivos; es ahí cuando te encuentras a ti mismo y comprendes que no hay nadie que te comprenda porque la vida y tú, sois incomprensibles. Y la locura, siempre es bonita si la sabes vivir como un loco.