viernes, 7 de abril de 2017

SUSPIROS.

Qué miedo da cuando empiezas a ser consciente de que ya no te quedan cartas y te has jugado toda una baraja. Saber que ya no hay un comodín que te pueda sacar de ahí cuando pierdas la partida.
Qué miedo, cuando no te arrepientes de haber entregado hasta el último soplo de aire. Porque estás segura de que es lo que realmente quieres. Las subidas y bajadas que al fin y al cabo, no dejan de producirte la misma adrenalina que al principio, esa de no saber si después de la lágrima vendrá el beso y ese típico suspiro en mi espalda, o la bofetada de aire frío que dejarías al irte de aquí, de mí, de nosotros.

El saber que ya no es mi mano la que me sostiene y que me perdí. Que ya no hay vuelta atrás. Que me tiré al precipicio hace tiempo y no sé cuándo voy a caer.

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