Dime que me quieres, pero dímelo bien alto y muy claro. Que
no quiero dudar de mi miedo a los finales. Ni al de perderme sin que tú te pierdas
conmigo.
Yo mientras tanto me sigo negando a no tener tu cuello
nombrado como el hogar de mi pintalabios. Ni tus manos como el lugar de todas y
cada una de las partes de mi cuerpo.
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